Abro los ojos… De repente, me encuentro en el mundo. Estoy existiendo. He recibido la vida, el pensamiento, la capacidad de crecer… Pero todavía no soy consciente… Sólo percibo, siento, escucho, miro, huelo, lloro, río… Tendrán que pasar unos años para darme cuenta de que existo, y, mientras, otras personas me rodean, me acompañan, me levantan, me acarician, me enseñan… Pero un día pasará… Me haré consciente: SOY YO.
Hubo personas que existieron. Hay personas que existen ahora, a la vez que yo. Y habrá personas que existirán, cuando yo no sea… Pertenezco a la especie humana. Me hago consciente de todo esto, y, entonces… ¡Empieza el lío!
Mi vida… ¿Es especial? Mi existencia… ¿Es magia? ¿Es mi yo igual de extraordinario que el de los otros? ¿Cuál será mi destino? ¿Tendré que encontrar lo que me une a las otras personas o lo que me da ventaja para sobrevivir? Tengo que responder… Tengo tiempo para ello. Es lo único que tengo. ¿Hasta qué nivel llegará la conciencia y el conocimiento de mi propia persona?
Me doy cuenta de que muchos seres humanos caen en una trampa… El mayor de los engaños. Da igual la cultura o la religión, la época en la que vivan, el sexo o el nivel económico. Todos ellos se precipitan en un abismo… Y son incapaces de salir de él.
Es como si un virus les infectara y se extendiera de generación a generación, de pueblo a pueblo, de persona a persona… Un virus con nombre. Se llama: EGOCENTRISMO, y tiene muchas variantes: Poder, placer, fama, codicia, miedo, prejuicios, rencor, envidia… Un virus que conduce a vivir la vida centrada en uno mismo, creando una gran barrera que impide el encuentro con los otros… Sólo hay espacio para uno. Esta enfermedad es una forma de “locura” que crece en el corazón y que va provocando la violencia, el odio y los conflictos entre pueblos y entre personas… Y, sobre todo, genera sufrimiento. Mucho sufrimiento. Existir con miedo porque te han hecho daño, con frustraciones no superadas, ser esclavo en definitiva… Una conciencia fallida, enferma, inconsciente y, finalmente, muerta en vida.
¿En qué se convertirá mi conciencia? ¿Hasta qué nivel llegará? Me vuelvo a preguntar.
Muchas personas deciden existir sólo para ellos mismos y los “suyos”, que en realidad son una prolongación de ellos mismos. Existen para un día dejar de existir y haber perdido su oportunidad… Su única oportunidad de alcanzar la plenitud. Renuncian a lo más increíble del ser humano.
Porque hay una forma de esquivar la trampa… Hay una forma de evitar el virus, o incluso de vencerlo si hemos sido infectados. Se trata de una conciencia superior de la existencia que todos tenemos la oportunidad de alcanzar, porque no depende de conocimientos, de países, de riquezas o de edades… Una conciencia que encuentra el sentido, que trasciende, y que descubre que nuestro destino no es la soledad sino la unión, la pertenencia… Da igual las costumbres, el aspecto físico, la inteligencia o el carácter… Incluso el momento de la historia en que te toque vivir. Sólo existe una clave. Sólo hay una llave para completar ese nivel en mi conciencia… Sólo hay una solución, una vacuna, una puerta de salida y ascenso…
Ser de la especie humana no significa pertenecer a la Humanidad.
Entonces, ¿qué nos hace verdaderamente humanos? ¿Qué hace que superemos a las otras especies y vayamos más allá de la lucha por la supervivencia? ¿Qué nos une? ¿Qué nos hace pertenecer a la Humanidad?
Dedicamos mucho tiempo a estudiar y a trabajar, a las preocupaciones, nos divertirnos… Tenemos proyectos, nos encontramos con limitaciones, con golpes de suerte, con accidentes… Pero al final de todo sólo queda una Palabra… Una Palabra con la que nos tenemos que encontrar…
Esa Palabra se llama AMOR, en todas sus maravillosas manifestaciones: SERVICIO, COMPASIÓN, PERDÓN, SACRIFICIO, ENTREGA, RENUNCIA, ACOGIDA… Y ahí es donde nos unimos todas las personas de buena voluntad.
Sólo cuando amamos nos hacemos verdaderamente humanos. Sólo cuando amamos pertenecemos a LA HUMANIDAD, nuestra verdadera familia y destino.
Tenemos que encontrar la forma de salir de nosotros mismos, de entregarnos a luchar por la felicidad de los demás y de curar sus sufrimientos. Es la esencia del ser humano, el único movimiento que realmente tenemos que hacer a lo largo de nuestras vidas: ir al encuentro verdadero con el otro.
Existo. Soy una conciencia única y valiosa que la humanidad necesita para completarse. Esto es lo que nos une a todas las personas, a todos los pueblos, a todas las épocas.
Una existencia única para una sola humanidad.