Carta del Superior Provincial de Haití – 18 de enero

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Buenos días, hermanos del mundo:

Les saludo fraternalmente y aprovecho la ocasión para comunicarles algo del drama que vive nuestra provincia comunitaria de Haití desde el 12 último.

El martes, día 12, alrededor de las 16.55 horas, un violento seísmo de grado 7,3 en la escala de Richter nos cogió por sorpresa. En unos segundos, la ciudad de Port-au-Prince se derrumbó. El efecto era como el de tres bombas atómicas que nos caían encima al mismo tiempo. De repente, todo oscureció a causa del polvo que subía de los escombros. Nunca sabremos en realidad, lo que pasó: las víctimas no se cuentan, las imágenes en los medios de comunicación son horrorosas; creo, sin embargo, la realidad es mucho más dramática de lo que se ve por televisión.

La Iglesia recibió un duro golpe: el Señor Arzobispo de la capital falleció; la catedral, así como varias iglesias, están destruidas; muchos religiosos, religiosas, seminaristas perecieron. Todos los sectores de la vida nacional han quedado afectados. La tragedia ha provocado tantas víctimas y tanta desolación que desperta en nosotros solidaridad, valor y fuerza para seguir viviendo, para ayudarnos mutuamente. Específicamente, por lo que nos toca a los hermanos, el terremoto nos pilló en nuestros respectivos campos de trabajo. Los hermanos de Port-Salut sintieron el temblor pero no tuvieron daños; igual fue en Les Cayes y en Miragoane (Nippes).

El juniorado tiene grietas pero éstas no impiden vivir en él. El noviciado se derrumbó pero el postulantado resistió. Parte de los locales de Juan XXIII también se cayeron. Todos los locales de la escuela de San Juan se derrumbaron; alumnos, hermanos y personal estaban dentro, puesto que estaban en la jornada de tarde. Tres personas fallecieron en el momento (un profesor, un alumno y un músico). Hubo varios heridos. El director, hermano Augustin Nelson, pudo salir de los escombros de su oficina junto con las personas de la asociación de padres. La nueva residencia se cayó; el hermano Norbert que se encontraba dentro, sufrió heridas leves y dolores musculares, pero pudo salir. El colegio Canado-Haïtien quedó completamente destruido. En el momento del seísmo, el director, hermano Jacques Anthony Germeil, se encontraba en su oficina y los alumnos en las clases. Yo estaba visitando el colegio y me encontraba en el último piso. Tras eludir los primeros escombros pude salvarme bajando por un árbol, al igual que, otros cuatro hermanos jóvenes que estaban conmigo. Hay heridos entre los alumnos; no sabemos si quedan cuerpos debajo de las ruinas. Un ex hermano, colaborador, el señor Jacques Claude, falleció al instante. Algunos profesores y alumnos pudieron ser sacados de los escombros en los días siguientes.


El «Centre Professionnel d’Haïti» (CEPH) no cayó, pero no puede ser utilizado por los destrozos. La casa provincial recibió fuertes sacudidas pero podemos vivir en ella. La residencia de Thomassin no tiene daños; es una pequeña casa de tres dormitorios. El hermano Jean Kidd, misionero canadiense en el país, pudo viajar a Canadá con cierta calma, tras la violencia de los primeros momentos. Los hermanos de Oceanía, que se forman con nosotros, están sanos y salvos, y colaboran en la ayuda a los damnificados. No pueden dejar al país por el momento porque han perdido sus pasaportes. Ningún hermano perdió la vida en este «viernes santo» de Haití. Dios nos protegió y le estamos agradecidos. Sin embargo, varios viven en duelo porque han perdido sus seres queridos.

Toda la gente está bloqueada, especialmente los habitantes de Port-au-Prince. No hay ayuda psicológicaactualmente y los cuidados de salud son muy complicados. El país vive actualmente en el caos: la ayuda se organiza difícilmente y tenemos todavía réplicas del terremoto; en todas partes se hallan cadáveres en putrefacción con un olor nauseabundo. En fin, es muy difícil encontrar alimentos y agua. Toda la gente duerme en la calle o los campos. Como Provincial convoqué a todos los hermanos en el «Centre Professionnel d’Haïti» durante unos días; después, al consejo, para determinar los lugares donde vivirán los hermanos en estascircunstancias, especialmente los del sur del país. Nuestras preocupaciones más urgentes son la alimentación, el alojamiento y el trabajo.

Finalmente, creemos que después de este «viernes santo» llegará el domingo de Pascua para nuestro pueblo en general y nuestra provincia de Haití en particular. Dios está con nosotros y nos ayudará a reconstruir lo destruido con la ayuda de personas generosas.

Port-au-Prince, 18 de enero de 2010.