CARTA DEL SUPERIOR GENERAL DE LOS HERMANOS DEL SAGRADO CORAZÓN SOBRE VANUATU

Hermanos del Sagrado Corazón
EL SUPERIOR GENERAL

Piazza del Sacro Cuore, 3 00151 Roma, Italia

Tél.: (39) 06 58 23 31 29 Fax: (39) 06 53 88 53
hnojicarmona@yahoo.es
Roma, 23 de marzo de 2015.

Hermanos superiores provinciales y delegados
Hermanos y demás colaboradores en la misión
Responsables de las obras apostólicas y de la pastoral social en las comunidades y obras.

Queridos hermanos y amigos (as):

Todos sabemos del desastre causado recientemente por el ciclón PAM en Vanua-tu. Ha sido monstruoso: edificios destruidos, tierras arrasadas, cultivos devasta-dos, personas muertas y heridas, numerosa gente sin hogar ni agua potable ni alimentos, riesgo de enfermedades, etc.

Gracias a Dios los Hermanos se encuentran bien de salud, incluido el hermano René Gallant, quien se recupera en Numea, capital de Nueva Caledonia, de las heridas sufridas en el hombro y de la fractura de un brazo.

La residencia de los hermanos de la comunidad de Montmartre, cerca de la capi-tal, Port Vila, ha sufrido grandes daños. Lo mismo podemos decir de las cons-trucciones, muebles y equipos del colegio. Otro tanto ha sucedido con la residen-cia de los hermanos y el Colegio en Lowanatom, isla de Tanna. Aunque no tene-mos todavía una valoración real de los daños en los dos lugares, sabemos que han sido cuantiosos.

La Palabra de Dios nos mueve a ser solidarios con nuestros hermanos que su-fren. Leemos en la primera carta de Juan:
En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de pa-labra ni de boca sino con obras y según la verdad (1 Jn 3, 16–18).

En el mismo sentido, la carta de Santiago nos invita a dar prueba de nuestra fe ayudando a nuestros hermanos que sufren por no poder satisfacer sus necesida-des básicas y urgentes. Estas son sus palabras:
¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: “tengo fe”, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y ca-recen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Idos en paz, calentaos y hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta (St 2, 14–17).

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